Los líderes que entiendan esta verdad sabrán cómo afrontar las guerras del futuro, y de paso prepararse para confrontaciones menos predecibles y fáciles de ganar.

Mientras está leyendo este párrafo hay un algoritmo que captura el tiempo que pasa de una línea a otra, el ojo eléctrico detrás de esta pantalla de cristal líquido está entendiendo su forma de leer, comprar, caminar y comportarse mientras escribe. El espectador invisible no solo captura la data, sino que la procesa para seguir haciendo lo que mejor sabe hacer: crear perfiles.

Hoy, aunque suene paradójico, apenas estamos aprendiendo para qué sirven tantos datos recolectados, que cedemos gratis a empresas como Amazon, Google, Alibaba o Tencent. ¿Qué se podrá hacer con ellos en el futuro? Una respuesta que ya conocemos es el comercio, la otra es una extrapolación de esa idea a un escenario que ya conocemos. Me refiero a la guerra, el tema de esta columna.

La confrontación digital 

Cuando pensamos en las guerras se nos vienen a la mente las grandes batallas que involucran a ejércitos enormes, mucho material bélico y millares de muertos. Escenarios como Stalingrado y Waterloo han moldeado los cambios cruciales en la historia.

Sin embargo, en nuestro mundo digital las guerras o ‘batallas finales’ son cada vez más escasas y se libran con menos recursos. Combates como el de Mosul o Faluya nos plantean otras aproximaciones de la guerra, y es que se trata de una irregular, en la que los bandos involucrados no son tan fáciles de diferenciar.

En ‘Las nuevas reglas de la guerra’, Sean MacFate, exparacaidista del ejército de EE.UU., explica que las guerras tradicionales han muerto, y que en realidad caminamos por una línea sinuosa de conflicto que se mezcla con la paz. Un punto interesante de este libro, es que reevalúa el gran gasto que hacen los países en armas y soldados para enfocarlo en la inteligencia, la captura de información y la perfilación del enemigo.

Justo eso es lo que supieron hacer, con menor tecnología, los miembros del ejército del Vietcong, quienes entendieron que su única forma de sobrevivir a una guerra contra EE.UU. era entender y analizar, con inteligencia, los datos que podían recabar de su enemigo. En ese momento, lograron vencer en una guerra en la que perdieron todas las grandes batallas que combatieron.

Y es que la máxima de Sun Tzu, ‘conoce a tu enemigo como a ti mismo’ nunca había tenido tanta importancia. En los conflictos actuales la información, o poder blando, es vital para avanzar. Por eso, en el texto de MacFate se explica que las principales armas son aquellas que no disparan balas.

Se refiere a las estrategias de comunicación que desestabilizan ejércitos, y que abarcan hackeos e incluso memes, que sirven para minar la moral de la tropa.

Un ejemplo complejo es el uso de los virus informáticos. Stuxnet, es una muestra de lo refinado que pueden llegar a ser. Este detuvo el enriquecimiento de uranio en la planta nuclear de Bushehr, Irán. Su peligrosidad radica en su capacidad de propagación y en que puede mantenerse inactivo durante años, para luego aparecer y atacar el software vital de un sistema.

Sin duda, es el primero de una nueva serie de armas que ya están desarrollando las potencias mundiales. Mientras tanto, el comercio electrónico sigue creciendo en un mundo en el que los ciudadanos ‘falsean’ su realidad a través de redes sociales y entregan sus datos de forma gratuita.

Hoy no lo sabemos, pero puede que esto sea utilizado en nuestra contra en las nuevas guerra digitales.

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